Hoy si nuestra visión tiene algún tipo de problema, vamos al óptico y solo tenemos que comprar gafas graduadas o lentillas para corregir el problema, sin embargo hasta hace (relativamente) poco tiempo, el déficit de visión era un problema muy molesto para miles y miles de personas.
Ni mayas, ni egicios, ni griegos, tampoco los romanos fueron capaces de darle solución al problema de la visión. Un problema que, como hoy día, iba creciendo con la edad. Muchos fueron los eruditos que lo intentaron y se dieron por vencido. Cicerón, por ejemplo, se quejaba amargamente de tener que tener esclavos para que les leyeran los textos. Nerón miraba a traves de esmeraldas para poder ver las peleas de gladiadores.
No sería hasta cerca de 1250 d.c cuando unos monjes cristianos fabricaron las primeras lentes esmeriladas, las cuales funcionaban como lupas. Posteriormente fue estudiado y aplicado científicamente por Roger Bacon, pudiendo saber cómo funcionan las lentes de cada forma determinada.
Gafas Quevedo
Sin embargo, para comprar gafas graduadas como tal habría que esperar varios siglos. La cuna la encontramos en los cristales de Murano, en Venecia. En el siglo XIV se puso de moda entre las clases altas, con las fábricas de este cristal trabajando a pleno rendimiento. A partir de este momento podemos encontrarnos ya con las monturas parecidas a las actuales.
Con el paso del tiempo, no solo se usaron para la salud visual, sino también como símbolo de prestigio social. Por ejemplo usar gafas grandes era considerado de alta clase, pero tenían el problema de resbalarse de la raíz por su elevado peso. Debido a esto, aparecieron las llamadas monturas Núremberg, que se ajustaban a la nariz para evitar la caida de las gafas. Por esto fue llamado «estrujanarices».
El paso del tiempo y los siglos dejó modas tan inusuales como los monóculos, o los quevedos. Estos últimos fueron la versión española de los monóculos, aunque en este caso era para los dos ojos, la diferencia radicaba en que no tenían montura como puedes ver en la foto.
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